sábado, 5 de julio de 2008

EDUCACIÓN

EDUCACIÓN


Las imágenes son elocuentes: la voz inflamada de los docentes, protestando con sus banderolas por sus mejoras salariales. Algunos se enfrentan a la policía, otros maltratados y humillados huyen de las bombas lacrimógenas. Todos los señalan como los únicos responsables de la mala educación peruana. Así, hemos dejado de ser gestores para convertirnos en asalariados de la educación.

Esas imágenes nos produce diversas preguntas: ¿tenemos un sistema educativo planificado y competente?, ¿somos víctimas o culpables de la inacción educativa?, ¿por qué el estado peruano se ha encargado de desprestigiarnos públicamente? Tal vez estas preguntas tienen muchas aristas, porque involucran al proceso cultural peruano. Sin embargo, trataremos de resolverlas con la sencillez que nos sea posible.

La pregunta debió ser otra: ¿tenemos Estado? Quiero decir, uno eficiente y competente que sepa leer la problemática educativa y diseñe un sistema educativo programático y competente. Obviamente, la respuesta es un no rotundo; porque el Estado representado en el gobierno tiene una lectura sesgada y mediocre de lo que es educación. Llama política educativa obsequiar computadoras (con Internet incluido) a miles de niños pobres, con la petulancia del necio. Nuestro Estado lamentablemente ignora la premisa griega; la adquisición de los tres saberes primordiales: leer, contar y escribir; procesos cognitivos que se adquieren a través de las relaciones interpersonales (maestro-alumno), el goce sensorial de las lecturas motivadoras y el enriquecimiento de la imaginación. Las políticas que alientan la creatividad generan hombres competentes, no las tecnologías ni las máquinas que son únicamente accesorios educativos.

El maestro con el correr de los años ha perdido esa fuerza mística que le era inherente. Antes se le vislumbraba como el insigne mentor, formador de hombres, dotado de erudición y afecto. Ahora es el obrero egoísta que sólo vela por sus intereses. Cómo nos fuimos transformando en la imagen de la inacción educativa. Existen tres premisas que confirmarían esta metamorfosis: 1) Un sindicato obsoleto, cuyas ideas arcaizantes debilitaron la imagen gremial. Siempre jugando al gato y al ratón con el gobierno, construyó en el docente la postura de víctima, incapaz de defenderse con argumentos convincentes y reales. 2) La pereza mental de muchos profesores, que aburguesados y asalariados del Estado se olvidaron del rol académico de sus funciones. La victimización produjo docentes, renuentes a su propia competitividad. En síntesis, profesores pobres para alumnos pobres. 3) La sociedad peruana (familia, medios de comunicación, etc) no contribuyen a fomentar la excelencia educativa, sino todo lo contrario, socavan y destruyen la imaginación del alumno. La sociedad no crea mecanismos que elaboren una praxis educativa; y dejan solo al maestro ante los molinos de viento de la ignorancia.

La educación peruana mejorará cuando no se busque culpables, sino soluciones. Cuando el gobierno vea a los maestros como lo que son: fuerzas constructivas y no simples masas asalariadas. Diseñe un sistema educativo coherente con la diversidad cultural del país, que promueva la inclusión social, económica y política de sus participantes. Impulse la conciencia crítica, libre e irrestricta, que aniquile las taras sociales como el racismo, la discriminación y la exclusión. Sólo así, iniciaremos una reforma educativa auténtica y real, con los componentes del trinomio perfecto: Estado, magisterio y sociedad civil.

No quiero terminar diciendo, que toda auténtica educación se basa en el incremento de la imaginación de sus participantes. Como al inicio de la novela “El Principito”; todos los adultos obstinados veían un sombrero, cuando el niño observaba a un elefante tragado por una boa. Algún día seremos como el Principito: libres, creativos, generosos…